Mezcla la polenta con leche a temperatura ambiente o fría usando un batidor de mano. Pon la cocina a fuego medio y mezcla constantemente con el batidor porque la polenta tiende a pegarse a la parte de abajo de la olla y quemarse; especialmente una vez que empieza a hervir.
Una vez que haya hervido y esté suficientemente espesa, pruébala. Si aún tiene gránulos duros, entonces agrega más leche y sigue cocinándola. Si ya está lista, agrega el queso parmesano y mezcla para que se derrita.
Prueba la polenta y ajusta el nivel de sal (el parmesano tiene sal, así que es importante que esperemos hasta después de agregarlos para echarle sal). Termina con la mantequilla y sírvelo caliente.
Si vas a comer la polenta un rato después de cocinarla, ponle papel film tocando la superficie de la polenta para que no se haga una costra. Luego para recalentarla vas a tener que soltarla con un poco más de leche.